miércoles

JORGE ELIÉCER PARDO (Colombia)


OLVIDO DE SIGLOS
A Juan Sebastián Pardo C.


Sobre la infinitud de las horas el oleaje golpeó las arrugas del planeta. El hombre estaba atento aguardando el mensaje del regreso.
Todo lo había exterminado las llamas, y los fragmentos de bombas nucleares que perforaron los últimos poros de la tierra, eructaban pequeños insectos con patas de pájaros desaparecidos, y por núcleos hirvientes brotaban hojas desconocidas en los herbarios, como si los túneles planeados por los otros hombres para la defensa de la vida hubieran sido apenas la condena mayor a la violencia, pues más abajo de la superficie las temperaturas quemaron la piel y secaron las lágrimas después de la explosión.
Las olas regresaban en agotamiento de mares sin peces, sin vegetación con adioses moribundos. El cielo color violeta, porque cambió la atmósfera sin pájaros y cambió el curso de los vientos, presagió tempestades lejanas de sonidos y gases nauseabundos en medio de restos humanos que aún palpitaban suplicando aire y vociferando maldiciones.
Más allá del horizonte verde cambió su color por el plomizo y humeante gris, final de la guerra.
El hombre levantó la cabeza para apreciar la ola a menor distancia. El mar, con natas de petróleo, fruto de la explosión, respiraba estertores de adioses marinos, en enormes espumajos revueltos con llamados de naufragios, partículas de vida en el recuerdo del milenio.
Débilmente el agua tocó los pies desnudos del hombre que subió el mensaje hasta sus ojillos comprendiendo que se habían marchado en una nave sin regreso, sobre el sol desperdigado por el espacio como estrellitas multicolores que había soñado cualquier noche en los insomnios de la guerra y en las súplicas de perduración. Dio un paso más y la última ola borró las huellas para siempre.
Ibagué, 1978.

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